domingo, 7 de junio de 2009

LA TORRE ROMÁNICA




La torre románica


La torre, el ladrillo.
Vieja torre románica,
testigo inerte,
callado,
de llantos
y de nostalgias.

Tus arcos,
órbitas vacías,
ojos rojizos, sin lágrimas,
voces de viejos días,
sones de tus campanas;
hoy arrullos de palomas,
en esta Roma romántica.

A tu sombra
canta la vieja fontana.
A tu lado el tiempo no existe
Sólo el viento que pasa.
Desde tu modesta altura
Donde el ladrillo se acaba
contemplas el piso blanco
de mi terraza.

¿Qué han visto, di,
tus ojos huecos?
¿Qué palabras hirieron
el radar de tu atalaya?
Tal vez,
tú vayas más lejos,
más allá de la esperanza,
tú sabes
qué es el mañana.

Dime, torre amiga,
dime, torre románica:
¿Lees el sentido profundo
de las palabras humanas?
¿Sospechas los derroteros
de mi mundo,
de mi ser,
de mi añoranza?
¡Andanzas de mis caminos,
camino de mis andanzas!

¿Nunca te hablé de ella?
Tal vez no,
pero es lo mismo.
Desde arriba tú nos viste
Paseando la terraza.
¡Ah! Pícara añosa,
te reíste,
te reíste de nosotros,
vieja matrona,
inexpertos jugadores
al amor...
y a la esperanza.
Lo sé, el juego
juego es,
es un azar.
Pero queda la ilusión
De lo que puedes ganar.
Y en este juego,
el jugador, si vencido,
debe volver empezar.

Guillermo Martín Rodríguez
Roma, 21 de marzo de 1972

1 comentario:

Niki McGill dijo...

Felicitaciones por este poema!